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Vivo, muero, espero...


Vivo en un infierno de hormigón robado al mar
donde el agua potable riega el césped 
forzado a crecer en la arena 
de un desierto maquillado y de una playa subyacente.


Muero en el centro histórico 
de una maravilla agotada 
por la especulación absolutamente despiadada 
con el beneplácito de una conciencia inexistente.


Vivo en el clasismo de quien acuña
la peor palabra para el otro
y se regodea como un cerdo opulento
mientras le llama mierda de gente.


Muero en las santas semanas con tribunas
de los pobres y los ricos separadas;
en las cabalgatas de reyes trasnochadas
donde hay niños que pagan por las gradas.


Vivo al lado de una cruz verde
que fenece a la sombra de Cervantes
que con una alfombra roja recubierto
acalla la basura que no agrada.


Muero mientras las fachadas se sujetan
por preservar una historia ya olvidada
y unos álamos perfectos se sofocan
mientras limpian el aire de rabia.


Vivo preguntándome quién mintió
cuando nombró a esta mujer como la bella
si lo que hay es solo una vidriera
regalada a un marqués que se recuerda.


Muero con una población necia
que repite sus errores en un ciclo
mientras mira hacia otro lado y se coloca
en su nicho y en su trozo de fascismo.


Espero con la inercia aún latente
de quién se resiste a vivir en esta farsa
y toma las calles y pelea
por demostrar que aún hay esperanza.