RSS

Nunca es tarde para nacer de nuevo...

Y, ... ¿Ahora te acercas?: Tanto tiempo observándote ahí, incómodo en la silla de la oficina, estirando las piernas en un ejercicio de contorsionista para no tocar al compañero de enfrente, mirándote desde mi mesa, tímido, entre las cabezas de la gente y pensando... "¡Qué entienda, por favor, qué entienda!" mientras cruzaba los dedos y bajaba la cabeza apresuradamente cada vez que tu mirada pasaba sobre la mía y me descubría... Me descubría inquieto mirándote, como un quinceañero caducado que todavía cree en jugar a lo que ya está prohibido por el saber estar y las buenas formas... Y... ¿Ahora te acercas? Y encima te acercas simpático, arrebatador y absurdamente condescendiente... y... ¿qué he hecho yo para que esto sea así? Por qué tartamudean hasta mis pensamientos cuando cruzas hacia el baño o a sacar un Twix de la máquina arruina dietas de nuestra oficina... Y... ¿ahora te acercas? Cuando paseábamos juntos desde la cafetería a mi sitio y bajabas la cabeza cada vez que hablabas de tu novia... Y yo pensaba - no te reproches nada...-. No es malo lo que sientes, ni siquiera es malo que lo sientas por mí...-. Pero te separaste y ... ahora... cuando me voy a Málaga, ahora... te acercas...

Y te acercas sin decir nada pero diciéndolo todo...: Porque aún no tienes el valor para decir lo que otros asumimos hace tiempo o porque aún no tienes el valor para confesar que algo ha cambiado dentro de ti... Siento ser yo el perversor de tu alma a los ojos de nuestra moralista y moralejista Iglesia, pero no he hecho nada más que preguntarme qué pasaría si alguna vez fuera un poquito tuyo y tú un poquito mío. Y al pensarlo y mirarte fijamente, mis pupilas transmitían la información a las tuyas y tú intuías lo que pensaba. Y así, este juego, de día en día, de café en café...Y no quiero que suene a reproche, porque nos han educado, a ti y a mi, para ser heterosexuales y tener novia, casarnos y reproducirnos por doquier... Y ponerse por encima de eso, por encima de lo que te han dicho siempre con cada "y ¿qué se le dice a las niñas guapas?" desde que teníamos tres años, es duro. Y asumir que cuando tienes once los niños ven en el cine como el triunfo está en llevarse a la pedazo de morena mientras tú y yo nos martirizábamos intentando ser como los demás, como los referentes reales que teníamos alrededor mientras nos dábamos cuenta de que nada funciona como pensábamos y que teníamos que plantearnos cosas que el resto de nuestros compañeros no se planteaban ni se plantearían jamás...

Y además sonriendo...: con esa cara de niño mayor responsable y con tu camisa a rayas azules, qué solo te pones cuando vas a reuniones con tu jefe de proyecto... Y además con la latencia descarada de esperar que sea yo quién dé el primer paso y te diga -Te invito a un café-... Pero no puedo, ahora no puedo. Me he cansado de cuidar niños. Necesito alguien que recoja las cenizas de este subproducto de la urbe madrileña y las lance de nuevo al mar... para resurgir tal cual ave fénix e intentar, aunque sea por un momento, ser feliz. Y encima sonriendo... si sabes que tu sonrisa me vuelve débil y me desarma y te cedo mi espacio, en el que no entras por miedo. Y además sonriendo... que hasta cuando paras de hacerlo tus ojos siguen. Y además ... ¿ahora? ¿por qué ahora? ...


¿Ó
scar?:
Cuando José Luis conoció a Óscar en la oficina no fue muy difícil acordarse de su nombre, pues era el único. Y no sólo era el único por el nombre, a priori, común. Si no el único con ojos claros y pecas anacrónicas y una sonrisa capaz de hacer parar su pensamiento y perderse absorto en un silencio... Y en ese momento supo que había perdido un poco de sí para otro que no parecía encontrarlo. Y José Luis siguió pareciendo serio y responsable sin pestañear delante de sus bases de datos, asumiendo que su destino era dejar pasar el tren por miedo a romper lo cotidiano, lo que está escrito por la fuerza de la costumbre y no por la pluma que nos da la opción de escribir con buena letra nuestro propio camino. Es este miedo atroz a escribir torcido lo que nos hace menos humanos y más predecibles; nos hace autómatas de nuestro entorno preconfigurado y acomodado que nos da una ilusoria sensación de calma. El tenerlo todo controlado y no salirnos de los renglones, por lo menos, no nos hace sentir a salvo de esa sensación de estar al borde del vacío. Con 34 años, José Luis ya sabía controlar estos saltos de renglón sin salirse de la página. ¡Ay de la madurez creada para controlar los impulsos en aras,... en aras,... en aras de no ser feliz nunca!.

A Laura, que ahora me lee y dice que incluso le gusta...

(Historia ficticia y cero autobiográfica, por si acaso a algun@ le da por sentirse identificad@)